¿Qué aprendemos en el Grado Superior? Caso de estudio con un contrabajista.

Una vez, le di una clase de Resonancia a un estudiante de contrabajo. Yo misma aún cursaba la formación, y el chico me había pedido una clase para probar el Método Resonancia. Se llamaba Alexander.

De entrada, el contrabajo presenta una relación interesante entre el centro corporal del músico y el centro de equilibrio del instrumento.

Es decir, tal y como estaba de pie, me parecía que podía Alexander dirigir los movimientos del contrabajo desde el centro corporal. Cambiar, por lo tanto, la zona de contacto, para que tocara más con la cadera.

Esto es un tema que trabajamos en el Método Resonancia: de aprovechar los centros de equilibrio para dar lugar a que la acción se autoregule y encontrar así un nuevo tipo de libertad.

Así se lo propuse y Alexander comenzó a experimentar en esa dirección.

Otro tema que le propuse, que liga con el primero, es encontrar movimientos balanceo para facilitar esa autorregulación de la que hablaba más arriba.

Cuando nos movemos de pie con las rodillas abiertas y una sensación de balanceo, el cuerpo comienza a enviar más peso hacia abajo, dejando más libre la parte superior.

En el caso de Alexander, le invitaba a ser como un péndulo con su bajo, desde el cual llegara a una mayor coordinación corporal.

Pero no acababa de estar del todo cómodo y no lo acababa de entender - tal vez yo no me había explicado bien del todo. Alexander tampoco veía el sentido en que la zona de contacto con el contrabajo fuera en una parte diferente a la que estaba habituado. En cualquier caso, fue pasando el rato y ninguno de los dos estaba feliz del todo.

Fue entonces cuando le propuse dejar todos estos temas a un lado y hacer un nuevo intento. Le invité a tocar la obra como si la estuviera improvisando.

Le gustó la idea. Y poco a poco, comenzó a tocar, dejando que fuera saliendo un sonido detrás de otro, como sin intención aparente, más bien descubriendo la pieza. Después de un tiempo me dio la impresión de que realmente la estaba descubriendo en ese momento. Y de pronto, su cara había cambiado y me di cuenta de que estaba escuchando de otra manera. Ahí sabía que había encontrado algo. Por si mismo, había comenzado a moverse como un péndulo, y el sonido había cambiado, era más libre, cálido. Así tocó durante bastante tiempo.

Cuando acabó, dijo: "Así tocaba yo con 16 años."

Lo dijo de una manera que me dio la sensación de que había llegado a un lugar hondo, conectando con esa sensación de hacía 10 años.

En algunas especialidades más que en otras, se puede decir que algunos músicos, al estudiar el Grado Superior, cambian su forma de tocar - pasan de una forma más imperfecta, aunque más honesta y vulnerable, a una forma que en algunos casos se torna irreconocible. Tal vez más profesional, más pulida, pero también con menos personalidad. Para mi era este el tema que estábamos tocando.

Tanto para él como para mi, sólo por esta intervención calificamos la clase de exitosa. Él había encontrado algo con qué experimentar. Ya no tenía importancia con qué parte del cuerpo moviera el contrabajo. Y así nos despedimos.

Varios meses más tarde, nos volvimos a encontrar. Me contó que después de la clase, había seguido experimentando, y probando en serio aquello de cambiar la zona de contacto con el contrabajo. Al final, había decidido quedarse con ello. Un par de semanas después de nuestra clase, tuvo una prueba profesional para una orquesta y la ganó. Según él, ello había sido gracias a ese cambio.

En ese momento, me di cuenta de algo importante. Sea lo que sea lo que pase durante una clase, lo interesante viene después - cuando la persona prueba y experimenta con lo que hemos hecho. Como en el caso de Alexander.

Hay un gran valor en no querer obtener resultados inmediatos durante una clase - sino en dar impulsos y dejar lugar a que se desarrollen a su propio ritmo.




Siguiente Entrada Entrada Anterior