El momento más emotivo de la película "Ratatouille" (Pixar, 2007) es la escena final, en la que el antagonista, el crítico gastronómico que, para más inri, se llama "Ego", visita el restaurante de nuestro héroe con el propósito de escribir una reseña. De su opinión dependerá el futuro del establecimiento, ya que por su veteranía y severidad Ego posee una influencia monumental en la ciudad de París.

¿Cómo convences a una persona que ya lo ha visto todo?

Al llegar, Ego, le pide al camarero una "perspectiva nueva, fresca y bien condimentada", es decir, carta blanca, aumentando sus propias expectativas.

El plato llega pocos minutos más tarde: es ratatouille, una simple receta campesina. Visiblemente irritado por tal sencillez, Ego levanta las cejas con desprecio, saca su pluma y garabatea las primeras notas en su cuaderno.

Luego, prueba el primer bocado.

De repente, vemos a Ego, el crítico, transportado a su niñez. De repente es Ego, el pequeño, llegando a casa tras un accidente de bici, una lágrima cayendo por su mejilla. Su madre, al verle, le consuela con un ratatouille que le había preparado con todo su cariño... Y de nuevo, le volvemos a ver en el restaurante, transformado, inmóvil, como si el tiempo se hubiese parado.

Sobrecogido, deja caer su pluma al suelo.

Durante un momento es incapaz de reaccionar, incrédulo. Hasta que de repente, la mirada se le ilumina, se da cuenta de lo que ha pasado, y vuelve a probar el plato, oh aquella segunda porción, a sabiendas la saborea, disfruta de cada bocado. Finalmente, rebañando el plato vacío con el dedo, afirma al camarero "pocas veces suelo dar mis cumplidos a la cocina, pero esta es una de esas ocasiones".

Posteriormente, su reseña humilde y emotiva anuncia un prometedor futuro para "el mejor chef de toda Francia". Es el triunfo para Rémy, el protagonista.

La astucia de Rémy

¿Por qué, pudiendo preparar cualquier plato de lo más sofisticado, nuestro héroe Rémy decide hacer un ratatouille? Porque sabe que la única manera de convencer a Ego es a nivel emocional, porque a nivel de la sofisticación este crítico ha probado todo lo que impresiona. Lo que no ha probado aún es un plato que le emocione.

Sé el Ratatouille de la música clásica

Algo muy similar se puede decir sobre nuestro campo musical. Vivimos en un tiempo de alta competitividad, con cada vez más candidatos a unas pocas plazas. ¿Cómo destacar en un mar así de grande? ¿Cómo convencer a un panel de jueces de que tú eres la persona que están buscando? ¿Cómo convencer a tus críticos?

La respuesta: con tu emoción. Porque sólo tú eres capaz de sentir ese Mozart como tú lo sientes. Eso es auténtico y eso me interesa. No me interesa que lo sepas tocar como tu artista favorito. Me interesa tu perspectiva, tu emoción, tu autenticidad.

¿Cómo llega la emoción al oído del espectador?

Sin embargo, como bien dice la frase, del dicho al hecho hay un trecho. No es tan fácil como decir "disfruta y ya vendrá todo lo demás". Para tú transmitir la música tal y como la sientes, se han de dar varios factores.

Primero, ha de haber un permiso por tu parte hacia ti misma de poder tocar tal y como lo sientes. En segundo lugar, tu cuerpo ha de estar liberado, elástico y flexible para ser tu instrumento expresivo. En tercer lugar, tu crítico interior (es decir, tus pensamientos) ha de colaborar, permitiéndote reposar tu atención en lo que está ocurriendo sensorialmente y no en comentar o criticar lo que está ocurriendo. Mientras los tres puntos son competencias que puedes practicar y aprender en el estudio diario, el último punto, el de sincronizar tu atención con tus impresiones sensoriales, es el más decisivo desde mi punto de vista.

Cuando se dan estos tres factores, es decir: el permiso, el cuerpo como instrumento y la percepción sensorial del momento presente, la emoción y la espontaneidad del momento fluyen a través de tu cuerpo. Es entonces que la emoción pasa por tu cuerpo libremente y sale de él, se transmite a tu instrumento, se convierte en onda sonora y finalmente llega al oído del espectador.

Es entonces cuando disfrutas, es cuando, en vez de reproducir una emoción ensayada durante cientos de horas, cobras vida en el escenario, es cuando eres tú, auténtico.

Y ello es lo que, al final, me emociona.



Lee sobre los elementos que te permiten ser auténtica sobre el escenario.

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