"Tocar el piano no es tan difícil. Sólo hay que tocar la tecla correcta en el momento correcto."
- Johann Sebastian Bach
Si acaso, estas palabras demuestran el sentido del humor de Johann Sebastian Bach. Lo que dice, puede que suene lógico, pero la cosa tiene un gancho.
Que no se le puede tomar en serio.
Porque quien se siente delante de un piano y tal vez sepa leer un poco las notas, y tal vez sepa incluso qué teclas corresponden a qué notas, se tuvo que aguantar las ganas, porque se dio cuenta que no es cierto. No es suficiente con saber algo. Ponerlo en práctica es otra historia completamente diferente.
¿Cuándo algo "no es tan difícil"?
"Tocar el piano no es tan difícil." ¿Es cierto eso?
Sí, cuando.
Sí, cuando puedes trabajar con alguien que haga que tocar el piano sea fácil. Que destile para ti los complejos procedimientos que significa tocar el piano en pequeños y digestibles bocados, de tal forma que vas avanzando paso a paso, pensando: "¡Claro que puedo!"
Keith Johnstone, el inventor del teatro de improvisación, cita en su libro "Improvisation and the Theatre" al pedagogo Anthony Stirling:
"La implicación de la actitud de Stirling era que el estudiante nunca debiera vivir el fracaso. La habilidad del profesor está en presentar las experiencias de manera que el estudiante está destinado a tener éxito."
La consecuencia es que si mi estudiante no entiende algo, es que no hice mi trabajo como debía. Porque consiste en presentar los contenidos de forma que ella pueda seguir creciendo.
Por ello, uno de mis principios pedagógicos es "evitar el agobio" - y enseño a mis estudiantes y a mis clientes a reconocer dónde está la medida sana de nuevas tareas a resolver para hoy.
Cuando los músicos tocan agobiados
Si el músico o el estudiante siempre toca desbordado o al borde del agobio, va a tener esta sensación al tocar siempre. Mucho más hábil es escoger un tempo de estudio donde pueda comprender lo que hace. Si no, al final tendremos estudiantes que pueden mover sus dedos rápidamente pero no entienden lo que tocan, o que sólo pueden tocar una pieza desde el principio, o que dicen (el clásico): "Es que sólo lo sé tocar rápido."
También se puede dar el caso de estudiantes o músicos que no tocan agobiados nunca, porque tienen cierta facilidad, pero que son entrenados desde muy pronto a mejorar su técnica, a progresar rápido, y pueden hacerlo - pero nunca a su propio ritmo, nunca de manera que pudieran poner lo aprendido en contacto con su emoción y sensibilidad.
¿Qué han aprendido estas personas? Pueden tocar una pieza difícil, pero ¿es la música un medio de expresión?
"¡Es que no tienes sentido del ritmo!"
¿Y qué pasa cuando un alumno llega a un/a profesor/a que no entiende cómo aprende? Si tiene mala suerte, oirá cosas como: "¡Es que no tienes sentido del ritmo!" o bien "Contigo no tiene ningún sentido." o bien "¡Tienes que estudiar más!" (Sí, pero ¿¿cómo?? ¿¿Cómo se estudia?? ¿¿No consiste tu trabajo en enseñarme eso??)
(El alumno no piensa eso porque le falta la experiencia. En vez de eso, piensa: Jo, no tengo sentido del ritmo.)
Y así, se da que personas que les gustaría expresarse a través de la música, no reciben los instrumentos para hacerlo, y lo acaban dejando.
Nunca es cuestión de talento. No su talento, sino cómo la alumna es llevada, es lo que marca la diferencia. Si esta alumna quiere ser profesional de la música o no, no es la intención principal. Estoy hablando de la intención de aprender a expresarse a través del sonido.
Cómo enseñar expresión a través del sonido
¿Y cómo se hace? ¿Cómo se enseña a los alumnos a expresarse mediante el sonido? Para empezar, la mayoría ya trae la voluntad de expresarse. Lo que hago es llevar su atención hacia el sonido, que perciban el sonido tal y como aparece en el espacio acústico y no en su imaginación.
¿Y eso se consigue cómo? Con el ritmo personal, la velocidad de aprendizaje que no les agobie. Con la velocidad _que es justo lo suficientemente accesible.
Porque también eso es un proceso de aprendizaje. Los alumnos, niños como adultos, en realidad todos nosotros: Ya no estamos acostumbrados a encontrar nuestra propia velocidad.
Es que ya ni se espera de nosotros que lo hagamos. Porque se espera de nosotros que hagamos lo contrario: que funcionemos. Que ya nos sepamos lo nuevo. Que solucionemos la tarea anteayer. Que reaccionemos enseguida.
Hacer música es mucho más que mover los dedos y tocar las notas correctas. Hacer música es expresarse a través de sonido.
Algunos principiantes de piano que he visto traen más voluntad de expresión que algunos músicos profesionales. Esos músicos simplemente lo han olvidado. La voluntad de expresarse fue tapada por las exigencias y "consejos" de los profesores y catedráticos, de tocar de una manera determinada.
¿Os habéis dado cuenta que en los concursos la mayoría suenan igual que los demás?
No me extraña que después de ser estirados de un lado para otro, estos músicos se pregunten un día "¿Y para qué hago yo todo esto?"
No estamos aquí para funcionar. No estamos aquí para saberlo todo. Estamos aquí para entendernos, a nosotros y a los demás. Para arriesgar cosas que podrían fracasar. Para liberarnos de ser "perfectos". Y para recordárselo a los demás.
Y una vez lo hemos recordado, lo que nos hemos propuesto ya no resulta tan difícil.